jueves, 27 de mayo de 2010

LADRÓN, COFRADE, FUNCIONARIO Y DIÁCONO

(Dedicado a aquellos que no se dan cuenta de que estamos en el mismo bando)

Tú, ladrón, te has ido con honores. Tus rapiñas, tus coacciones, tus mentiras y tus chanchullos han sido premiados. El dinero que has atesorado lo guardas con avaricia, lo cuentas y lo recuentas cada noche para comprobar que podrías haber robado más. La historia se te ha acabado, y, aunque ha florecido la simiente plantada, sabes que ya no será para ti lo que tu hijo sustraiga. Y te lamentas por ello.

Tú, cofrade, has mancillado lo sagrado. Tus ansias de estar por delante de tu adorado Señor y de tu Virgen te han llenado de desazón. Castígate, fustígate, flagélate. Has pecado. Y ni siquiera las vigilias, las adoraciones nocturnas, las peregrinaciones a Tierra Santa moviéndote en Mercedes, los ayunos que hiciste comiendo langosta y cordero, te librarán, no de la condena de Dios, sino de la condena de tu propia alma negra.

Tú, funcionario, has trabajado para ti. Has montado tu oficina, tu empresa, tu pequeño imperio en este pueblo. Y te lo han permitido. Y te lo han consentido. Porque durante décadas has vendido tu firma, tu palabra, tu dudoso honor a cambio del silencio. Y has humillado, acobardado y coaccionado a los que elegías para darles un mísero sueldo. Y has sobornado y chantajeado a los que tenían que vigilarte.

Tú, diácono, te refugiaste en la Iglesia. Sí, olvidaste a Dios y te refugiaste en los brazos de la Curia. De la indecente Curia que te aceptó como a un hijo, porque tú como un fiel siervo has pagado los diezmos, porque tú como un fiel esclavo has perpetuado la doctrina del miedo y la sumisión. Porque tú has entonado el Padrenuestro pensando en el Becerro de Oro.

Yo te doy las gracias porque al irte nos castigaron. Sí, a aquellos que no quisieron unirse a tu homenaje nos castigaron como a niños traviesos con una hora más de trabajo. Te doy las gracias porque gracias al castigo celebramos tu marcha, como rebeldes, bebiendo cerveza a tu mala salud, brindando por tu adiós con la alegría de quien se cura de la rabia. Porque gracias a ti comulgamos con patatas fritas. Porque gracias a que te odiamos nos hicimos más amigos.

Yo te maldigo con la maldición que pueda enviarte este alma triste. Te maldigo pensando en que quiero que haya un Dios justo y que haya Cielo para que no lo huelles. Aunque yo tampoco lo haga.

No hay comentarios: