miércoles, 6 de octubre de 2010

7 DE OCTUBRE. CUARENTA.

Hoy acabo de traspasar con la medianoche la cuarentena. No sé si será la primera. Casi da igual. Pero es buen momento para pararse y mirar un poco atrás.

La vida se vive. Es muy posible que hace tan solo veinte años no fuera capaz de verme a esta edad y que si me imaginaba en un futuro tuviera otra idea distinta de mi madurez. Es posible que no haya alcanzado los sueños que tenía en aquel momento, es bastante posible.Pero a los veinte no se sabe qué caminos se cruzarán en el nuestro, así que las metas se transforman, se mutan, se trastocan… Y llegar como he tenido la suerte de llegar a esta edad es un privilegio.

Lo material, eso que parece medir nuestra valía y nuestro triunfo en la vida, no ha alcanzado las cotas con las que uno se embriagaba de porvenir. Pero a pesar de no tener una bolsa llena de oro, si llevo un saco lleno de experiencias. De buenas y malas experiencias, las que me han modelado, las que me han tocado, las que me hacen tener este punto entre serio y triste; también las que me hacen estar entre la alegría y la locura.

En mi vida hay mucha gente. Ha habido más. Unos se han ido alejando de ella queriendo, o tan solo, no haciendo nada por no estar. A esos los olvido y no los quiero. Hay otros que están lejos porque así lo han querido nuestros destinos. Ellos saben quiénes son, mis amigos y amigas a los que no hace falta ver a diario para seguir con la complicidad, con las tonterías, las confidencias y ser con ellos Guti. Están los que se han incorporado a mi vida un poco más tarde y están aquí a mi lado, ayudando, haciéndose querer, aunque para ellos sea José Ángel. A estos, a los lejanos y los cercanos, los quiero. Pero no puedo olvidar a las que han partido, a las que no pueden estar, a estas las echo mucho de menos. Y las quiero mucho. Y lo saben.

Mi familia es como todas las familias, la que nos toca. Pero he tenido suerte. A pesar de los roces, de todo lo que conlleva ser hijo, sobrino, hermano, yerno… En realidad uno detesta los defectos familiares porque ve o creer ver reflejados sus defectos en otro. Y es menos indulgente porque es menos indulgente con él mismo. Pero sabe que no puede vivir sin ellos.

El triunfo verdadero está en mi mujer y en mis hijas. Tan solo tener dos hijas es uno de los mayores tesoros que se pueden alcanzar, pero tener además a Carmen y Marta, dulces y pícaras, alegría y tormento, colma el sentido de la paternidad. Yo no las he llevado en mi seno, en cambio he tenido el regalo de ver sus primeras miradas. Una, la sonrisa dulce de una madonna toscana; otra, la furia, el genio de una leona de Castilla. Pero no existiría esto sin amor.

Desde la Moneda hasta los Bermejales, pasando por media Tierra, hemos recorrido Inma y yo mucho camino juntos. Ella no lo sabe, pero me rescató de otro mundo y me regaló su amor. Tampoco sé si sabe que empecé a amarla en un noviembre anterior. Y tampoco sé si sabe que la sigo amando. Como el primer día. Y nos queda todavía media Tierra.

Así que gracias a todos los que estáis en mi vida. Como sabéis soy parco en palabras y muestras de afecto y negaré y me haré el remolón si me preguntáis sobre esto. Y no me hagáis mucho caso, uno tiene ya cuarenta años y se va haciendo un abuelo Cebolleta.

Y no sé si habrá otros cuarenta, porque si no estáis vosotros no merecerá la pena.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias.Porque hoy cumples 40 y soy yo la que tengo suerte de tenerte a mi lado,de compartir contigo mi vida feliz y trite a la vez. Decirte que con tus letras eres capaz de remover mis sentimentos,que ese, el ser un poquito escritor es uno de tus encantos,que en su día ya me enamoraron tus cartas...Y aquí estoy dispuesta a recorrer lo que nos queda juntos. T Q