miércoles, 22 de septiembre de 2010

VEINTITRÉS AÑOS DESPUÉS.

Fue en una tarde de agosto y nos esperó la Guardia Civil. Habíamos surcado un camino desde Barbate a Zahara, de Zahara al cabo de Trafalgar, y de allí a Arcos de la Frontera. Fernando, el mayor, conducía, y yo, el que conocía los senderos, guiaba.

Entre todos juntábamos doscientas pesetas a repartir entre la gasolina y un polo de limón que se convirtió en comunitario. Unos niños maltrataban a balonazos la fachada de una iglesia barroca; nos parecía divertido, pintoresco. Y nosotros, con unas luces mediocres, las del coche y las nuestras, volvimos cantando canciones de Mecano.

Mario, Fede, Ana, Fernando y yo. Fue en el verano de Dostoievski y Sade y nos esperaba la Guardia Civil a la entrada de Barbate. Nos fuimos en el silencio de la siesta dando todos por sentado que otro se lo diría a sus padres, pero nadie lo hizo.

Ayer recorrí ese camino de nuevo. No estaban mis amigos, tan solo la campiña, los toros, la granja de champiñones de Vejer. Estaban en cambio mi mujer y mis hijas. Y no cantamos a Mecano. Pero la Guardia Civil esperaba a la entrada de Barbate. Veintitrés años después.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿¿¿¿Qué quieres decir????
Pilar

Anónimo dijo...

Ya está dicho.

nonina dijo...

es cierto amigo...me has trasladado a esos paisajes que también disfruté en mi infancia...y también conservo la presencia constante de una pareja de guardia civil...
digo yo si ellos también conservarán los recuerdos...

Anónimo dijo...

La guardia civil no recuerda.
La guardia civil te ficha.