miércoles, 13 de mayo de 2015

FILIACIÓN.

Y las azules, las del abuelo, mancharon las sábanas de hilo como si fueran dos gotas caídas de su vieja pluma Parker, en vez de las espesas gotas de sangre que habían brotado de su herida. Mi tía, la soltera, dijo que no le extrañaba, pues siempre había sido un hombre triste. Mi padre comentó que no esperaba menos de un facha como él. Y yo recordé a mi abuela, quien contaba que él siempre se creyó un marqués, aunque nunca tuvo donde caerse muerto.
Y volví a mirar su anciano rostro, lo comparé con el retrato de aquel viejo rey de las monedas y no dejé de encontrarles un inquietante parecido.

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