lunes, 30 de agosto de 2010

EL JOROBADO

Johnny, el jorobado, camina tieso como una escoba. Erguido, siempre de un negro riguroso, alto y altivo como corresponde a un renacido.
A Johnny, el jorobado, le cargaron el asesinato de un pastor. Fue por culpa de Billy, el tartaja, quien había visto el crimen, pero que no tuvo tiempo de largar que había sido John, el cazador, y no Johnny, el jorobado. Apenas, es un decir hablando de Billy el tartaja, había pronunciado John y empezado a decir el cazador, ya estaban los de la Brigada aplicando la ley de Lynch a Johnny. Los presentes dicen que el chasquido fue como el de un árbol que rompe un rayo. El caso es que después de colgarlo y oír el ruido lo dieron por muerto y lo descolgaron, juran que por misericordia; aunque el barbero cuenta que fue porque el tartaja pudo completar su confesión y necesitaban la cuerda para colgar al cazador. Cierto es que, desde ese día, a Johnny, el jorobado, no le cambiaron el mote por pereza.
Una vez vino un matasanos del Este a hablar con Johnny para que le contara lo ocurrido. Le prometió que le daría un porcentaje de los beneficios que obtuviera de su método para curar deformidades. Johnny oyó poco después que al matasanos lo mataron tras siete intentos infructuosos de enderezar la naturaleza con el resultado de cinco jorobados fiambres y los otros con un corbata de cáñamo en su piel de por vida.
Johnny, el jorobado, camina tieso como un escoba y cada vez que se topa con Billy, el tartaja, le paga unos tragos de whiskey. A la salud de Charles Lynch, el virginiano.

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