viernes, 19 de marzo de 2010

LA POLÍTICA EMEPETRÉS.

Hace años, Inma y yo dejamos de escuchar música. El nuevo equipo de música con emepetrés que instalamos en el coche ponía en nuestra mano, de repente, setecientas u ochocientas canciones. Iniciamos un zapeo en busca de la canción perfecta. No más de un minuto de espera en cada corte. Terminamos con la paciencia y la tranquilidad que reporta prestar atención a una obra completa, dejamos de apreciar los distintos tempos y los silencios. Fue como coger todas las óperas del mundo, desnudarlas de recitativos, tomar las arias y quedarnos solo con los Do de pecho. Despojamos de sentido a la audición.

Hace días escuché a Rafael Escuredo, político de otra generación, menos formada en tecnologías que la actual, honda base moral, humanista y política. Eran otros los políticos, transmitían ambición de cambio, ilusión por hacer funcionar un modelo de gobierno distinto. Nada más, y nada menos, que la democracia. La Democracia.

Los políticos actuales, al menos los que yo conozco, no sabrán dentro de veinte años por qué tomaron una decisión u otra. Estoy seguro que ni siquiera serán conscientes de haber tomado decisiones. Los que yo conozco, actúan a impulsos. A impulsos de la calle, de encuesta o de popularidad. A impulsos, buscando en el efecto de lo inmediato la perpetuidad en el cargo. En el más profundo de su fondo no hay más discurso que las políticas de salón, hechas a medida para mostrarse mordiente en una tertulia o en una charla de casino. Los que yo conozco no son capaces de sentarse a dialogar y a razonar; incapaces de escuchar y entender la postura contraria; incapaces de negociar. Hablan a la radio. Hablan a la tele. Ante ellas se confiesan y anuncian lo que van a hacer. Son chispazos de razonamientos. Al modo en el que yo escucho la música en el coche. Adiós a las sinfonías. Adiós a la armonía. Adiós a la música.

No hay comentarios: