viernes, 9 de julio de 2010

PASEOS CON UN CADÁVER.

Desde hace un tiempo me acompaña este extraño, afable y silencioso cadáver. Justo al levantarme ya está ahí. Mientras yo, mucho más desabrido y descuidado, voy descalzo a poner un café, él se calza unas zapatillas y se asea para iniciar el día ritualmente.

A cada momento, cada día, este cadáver es uno distinto. No sé de qué depende, pues unos días mientras yo estaba triste mi cadáver se había convertido en un hermoso ahogado, en un actor muerto por sobredosis, o en una niña pequeña atragantada con un caramelo. Y otros, sin contraste alguno con mi alegría o mi abulia, ha sido un caballo muerto, un atropellado, o un horrible torturador.

Este cadáver no me habla, se sienta a mi lado y me observa, como si me estudiara. Mastica aire y bebe viento al son al que yo lo hago con manjares más suculentos, habla con silencios casi sin gesticular, se muestra agrio cuando se enfada, y he aprendido a mirarme en él como en un espejo. Un día incluso me arreglé el nudo de la corbata como si me reflejara en él.

Ayer este extraño, afable y silencioso cadáver desapareció. Fue solo un rato en el que me dominó una extraña desazón. Al cabo de un tiempo volvió leyendo un par de periódicos, uno económico y otro de derechas. Y, creedme, mi cadáver sonreía.

No hay comentarios: