miércoles, 22 de diciembre de 2010

CONDENADO.

Si hubiera vivido en tiempos míticos, este castigo no habría sido más duro que el de Prometeo o Atlas. Pero en estos tiempos no podía imaginar a ningún dios empeñado en mortificarme. Yo sé que fui infiel a muchos pactos, infiel a mi matrimonio, infiel a mis primeras convicciones, pero jamás supe de ofensa alguna a ninguna deidad, mayor o menor, Única o de algún Panteón.

Y solo sé que hace años, muchos ya, viajé en avión y conocí a una mujer. No podéis imaginar lo que sentí, a su lado, durante el vuelo viví otra vida, me imaginaba junto a ella, como junto a una pequeña Mimí de rostro dulce y luminoso. Le propuse que se casara conmigo. No sabía de mi vida, de mi esposa, de mis sucios negocios, pero nunca me respondió.

Desde aquel día no he podido salir de un aeropuerto. Desembarco, recojo mi maleta y vuelvo a embarcar. Sin descanso. Sin reposo. Día tras día, año tras año, vuelo tras vuelo. Y la busco en todos los aviones, en todos los aeropuertos. Tan solo una vez, hace años, creí verla. Esperando la llegada de un vuelo. Un cristal nos separaba. No pude preguntarle a quién esperaba. Qué esperaba. Si acaso necesitaba responder. Si acaso era el destino que yo debía alguna vez encontrar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mmmmm vaya, vaya. Muchas gracias por este guiño. La ficción es mucho más bonita que la prosaica realidad. :-)