miércoles, 2 de mayo de 2012

ESPAÑA NO ES UNA MARCA.

Es verdad que vivimos en tiempos en los que 140 caracteres son demasiado para el lector. Y es verdad que vivimos en la era visual en la que tiene más fuerza un logotipo que una idea.
Quizás por eso, a fuerza de sintetizar, creemos que este país se puede resumir en una marca, en un logotipo de tres franjas.
Y nos olvidamos de que lo que hay detrás de esa marca cada vez es más delgado.
Antes de que a nadie se le ocurriera patentarla, España era un país que intentaba acercarse al modelo europeo. Y los que hemos crecido en la transición vimos cómo se podía perder el miedo a entrar en un hospital de la sanidad pública, cómo se acababan los privilegios infinitos de los altos funcionarios y de los burocrapolíticos, cómo era posible transitar por una red de carreteras decentes, escribir un libro y no morirse de hambre, pensar en voz alta, ser maricón, rojo, desnudarse en la playa, reivindicar el sexo, criticar el estatismo de la Iglesia, hacer una carrera, comprar una vivienda y vivir en paz. Y esas rayas rojas y amarillas cobraron sentido.
Este país se va a la mierda. Nada de lo que se consiguió, nada de lo que hacía la vida mejor va a conservarse, nada.
Y cuando intenten explicarnos que debemos revitalizar la marca España para que el logotipo de las multinacionales pueda verse en un photo-call de otro país, deberíamos pensar, no es eso.

No es eso.

Miré los muros

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Francisco de Quevedo
(1580-1645)

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