lunes, 25 de octubre de 2010

SOBRE ANATOMIA DE UN INSTANTE.

Creo que lo justo es decir que una amiga, no lo sería si no tuviera interés en que yo llegara a leer este libre, me lo recomendó. Y creo que lo justo es decir que su entusiasmo por el libro quedaba atemperado en mí, quizás porque se interpuso este libro en el camino de otros libros, quizás porque la política ha hecho estragos en mi ánimo. Pero a medias por su semiorden, a medias porque sé de su sapiencia, lo empecé. ¡Y vive Dios que me costó trabajo!.
Me superaban el estilo circular de Javier Cercas y la marejada de datos. Intenté seguir el libro como un libro de texto, intentando casar autores, actores, traidores, traicionados... y ese es un mal camino. En principio porque este libro debería empezarse teniendo presente que el autor basa todo lo que cuenta en una investigación severa, en el análisis de circunstancias, hechos, pruebas y consecuencias, de lo que da fe la extensa  bibliografía; en parte porque se ha de saber que hay en él parte de novela, parte de elucubración, y que todo vuelve, todo se enuncia, todo se desarrolla y todo se concluye.
Con esto que he contado es imposible que a nadie le apetezca adentrarse en el libro. Y ese era mi sentimiento primero, hasta que aparece el soldado de Salamina, el estilo lleno de corazón de este escritor y el informe exhaustivo se convierte en un libro maravilloso. No en un extraordinario libro divulgativo sino en un alegato de libertad y en una reivindicación de una historia que no debe cambiarse sino mostrarse con orgullo.
Discrepo en varias cosas con el autor. La primera, sí recuerdo aquel día con exactitud, y no he confundido ni retorcido mi memoria. Era día de inglés, mi madre había ido a recogerme, las madres de mis compañeros comentaban que un comando de ETA había entrado en el Congreso y que la Guardia Civil forzó la toma de las Cortes. En mi casa las noticias eran confusas, ni mi padre, ni la titi, ni nadie sabía qué ocurría, ni de qué lado estaba nadie. No sé en Madrid, pero en Córdoba hasta las diez de la noche no se tenía claro nada, razón por la cual mi segunda y tercera discrepancias se sustentan en hechos ciertos. Y fue una noche larga, para todos menos para mí, que tuve que acostarme enseguida. Mi hermano por ser más pequeño pudo tragarse una noche llena de dibujos animados y películas de risa y piratas. Yo no, y solo a mediodía del día después pude ver una película, emitida a deshora, de Danny Kaye.
La segunda discrepancia viene de la afirmación de que nadie se rebeló contra el golpe. En principio esta afirmación es cierta, en profundidad no. Aquella madrugada se me reveló un secreto, los teléfonos se intervenían. Lo había visto en las películas de espías, creía que era algo imposible, pero no, durante toda aquella noche de febrero, las conversaciones entre la titi y mi padre fueron o grabadas o escuchadas, al igual que las llamadas de despedida de Herminio Trigo, de Ernesto, del "feo Gómez". Pepe, Pepito, nos vamos a Portugal, en el coche, lo primero que hemos cogido, sí, con los niños, ha sido bonito, un sueño, ten cuidado, lo hemos quemado todo... ¿Julio?, ¿no lo sabes?, los niños y Antoñita con nosotros, él está organizando la resistencia, pocas cosas con las que defenderse, su pistola y alguna que otra escopeta de caza... Pepe, Pepito, adiós. Tres días después aquello era motivo de burla y de escarnio, pero aquella madrugada la angustia se escribió en blanco y negro, se revivieron las despedidas, los paseos, los exilios a Francia, a México, a Rusia... Aquella madrugada llena de frío.
La última discrepancia está en la inexistencia de una trama civil en el golpe. No sé por qué lo que no ocurre en Madrid no ocurre, pero es así, y además no creo que lo que aconteció en Córdoba, una provinciana capital de provincias, no ocurriera en otros lados. Como he comentado no fue hasta después de la cena cuando se supo que la Guardia Civil buscaba imponer su orden; de lo de los tanques de Milán del Bosch me enteré de madrugada descifrándolo de entre las palabras a media voz de mi padre. Pero a las siete de la tarde en un chalet del Brillante se había reunido la cúpula de la ultraderecha cordobesa; entre ellos varios de los primos de mi madre, los primos de Paco Pérez, algún policía que conocíamos. A las nueve de la noche habían elaborado un bando en el que hablaban de los nuevos representantes de los poderes fácticos, del nuevo gobernador, del nuevo alcalde,... Fue la hermana de Pete quien lo leyó en su programa. A las diez de la noche. De esa reunión en la sierra también salió una lista encabezada por Anguita, a pesar de Carlos Castilla del Pino. Quien no hubiera estado en esa lista de virtuales ejecuciones sumarísimas no era nadie en la ciudad.
Y el epílogo desvela lo que me ha acongojado durante todo el libro porque hasta el final no sé si Cercas me quiere contar que lo ocurrido fue la única salida posible a un época muy dura, si solo los militares podían enderezar un rumbo que no era ni malo ni bueno, ni mejor ni peor que otros, tan solo un rumbo que no les gustaba y a una velocidad muy alta. Y solo al final demuestra un cariño sin igual por este país y por uno de los mayores artífices de que hoy se hable y se discuta, y se pueda hablar y se pueda discutir, sobre nosotros, sobre las autonomías, sobre la corrupción y los errores. Porque solo a través de la reivindicación de la figura de Suárez este país podrá saber que lo que hoy tenemos es fruto del perdón y la renuncia, del esfuerzo y de las ganas de vivir en paz y con prosperidad, no de unos pocos hombres puestos en la encrucijada de la historia, sino de todo un país, ingenuo, ilusionado, mucho más pobre, mucho más feliz, que con pantalones de campana, manta de cuadros, tinto y gaseosa, nos construyó una realidad a nosotros, sus herederos.
El 24 de febrero mi padre se enfadó conmigo porque yo quería entrar en el cuartel que estaba junto a mi colegio y combatir. No sabía ni a quién, ni a qué, ni junto a quién, ni contra quién, solo quería combatir. Y me dijo, a combatir al colegio, en tu sitio, levantándote temprano y quitándote esas legañas de los ojos. Y solo al cabo de los años sé que mi padre no me quitó las ganas de combatir sino que me enseñó donde debía hacerlo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sobre todo gracias. No en concreto por esta entrada, que las merece, es que las otras que he leido también las merecen. Gracias por la confirmación de que había algo en ese amigo que me gustó desde el principio y del que nunca he sentido como ahora que tiene un riquísima vida interior, que si uno se queda en lo cotidiano, pierde. Gracias por darnos fe de esa vida interior en este blog y en el otro. Me prometo a mí mismo (por la cuenta que me trae) visitar este blog (y el otro) frecuentemente, y si acaso comentar algo, aunque por otro lado con leer y evocar ya es suficiente, Guti.

Uno que está lejos por causa del destino.

Anónimo dijo...

Muchas Gracias por el comentario tan cariñoso.

No sé si las entradas merecen o no la pena, lo que sé es que me alegra que te gusten.

Y al destino nos lo vamos a comer.

(Dame otra pista y sabré quién eres)