El incómodo cadáver del mediador familiar sugirió a los demás que se asociaran. Todos los muertos anodinos y grises, entre ellos mil funcionarios de ayuntamiento, asintieron y se aprestaron a redactar los Estatutos. Ninguno tuvo la precaución de echar un vistazo a la torva mirada del banquero. Nadie podía imaginar su aspiración de convertirse en tesorero. Nadie podía pensar que querría emular a sus ídolos más allá de la propia muerte, y que su suicidio no fuera sino el comienzo de una carrera planeada hasta el infinito.
CREDO DE LA MIRADA
Hace 6 años
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