jueves, 4 de noviembre de 2010

LA CHICA DE MANCHESTER.

Es té. Una caliente infusión que le sirven en un vaso desechable. Ya no se le hace raro haberse acostumbrado a esta bebida. Y ya no se le hace raro estar sola. Quiere añorar lo que siente que debe añorar. Quiere sentir tristeza por los que cree que deben estar tristes. Quiere sentir el desamor con la intensidad que debería sentir el amor. Pero el aroma a curry de los platos de los comensales vecinos la distraen. Y su pensamiento solo se dirige al té que hay frente a ella. Su té.

Y poco a poco las fragancias del pasado se marchan como esos hilos de vapor que salen de su vaso. Y poco a poco, con ellos, se van los recuerdos. Y poco a poco, con cada sorbo, se va convenciendo de que la vida, por fin su vida, empieza hoy.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, esa melancolía es un buen acercamiento. Pero la sensación de no pertenecer a ningún sitio no sabría cómo describirla. Es curioso, porque puedes estar muy feliz, pero no tienes esa seguridad anterior al viaje (especialmente cuando te planteas hacer tu vida allí hasta nadie sabe cuándo).

Anónimo dijo...

No creo que sea melancolía lo que se cuenta, parece más un sentimiento de afirmación de una misma. Y de darse cuenta de que lo que importa no es el pasado sino que todo lo importante empieza en este mismo momento. Beck.

Anónimo dijo...

Dejaos de tonterías. Se enfría el té.